martes, 17 de diciembre de 2013

2.

Isis no sabía qué hacer, había empezado a gritar un montón de cosas hasta que se había callado porque era incapaz de comprenderlo del todo y Agatha había empezado a toser muy fuerte. La fiebre subía rápido. Isis estaba muy enfadada, más enfadada que nunca. Pero su madre se iba.
― No me pidas que te perdone ―fue lo único que consiguió decir al final, acercando la silla de ruedas cuando se lo pidió con un gesto. Agatha le cogió su mano y la puso sobre su cuello, haciéndole agarrar su medallón sin fuerzas algunas. Isis tenía ganas de apartarla de un manotazo, de tirar ese collar lejos, al fin y al cabo eran mentiras. Como toda ella. Y luego tenía la poca decencia de pedirle que no mintiese cuando lo había estado haciendo toda su vida.
― Todo está aquí dentro… ―farfulló, respirando con dificultad. 
Dolía. Quemaba. El medallón contra su piel.
La mano de Agatha se escurrió hasta la cama otra vez y cerró los ojos. Hasta que tomó una bocanada de aire y no la devolvió. Isis sintió que se mareaba, se le nubló la vista un momento agarrando el collar, que ardía, y no escuchó cómo se abría la puerta y la llamaban por su nombre un millón de veces, hasta que se giró porque alguien tiró de su hombro y vio la cara de Leo y Leo se inclinó para darle un abrazo con fuerza.
Isis hundió la cara en su pecho y comenzó a sollozar.
Porque dolía. Quemaba. Y ella se había ido. Y Leo había venido. Había debido de coger el primer vuelo desde su llamada.
Aunque él no supiese que necesitaba ese abrazo mucho más que por perder a su madre. Todas esas culpas que él había sentido por el accidente ahora las tenía ella reunidas en un pequeño amuleto que seguía apretando en la mano derecha y contra el corazón de Leo.
Y dolía. Y quemaba.
― Se acabó ―le susurró al oído.
―Lo sé ―respondió él. Isis sacudió la cabeza.
― No. No. Se acabó, de verdad. Todo.
Él la separó de sí con cuidado para mirarla a los ojos.
― ¿Qué quieres decir?
― Se ha acabado Leo ―se le escapó una pequeña carcajada que se entremezcló con un sollozo y le acarició la mejilla.
Leo no estaba seguro de cómo ni de por qué pero cuando lo repitió esta vez se dio cuenta de lo que quería decir.

Y, por alguna razón sin mucho sentido, la creyó.

2 comentarios:

Zima dijo...

:(
:)

Andrea dijo...

Aww, qué chuli. Me ha gustado mucho cómo has enfocado la escena *---* Y pobre Isis, con tanta información y tanto dolor de golpe. (Pero bueno, Leo estará ahí para hacerlo un poco más llevadero, supongo. Y aunque sea que compartan el dolor entre los dos).