— Dime una cosa —Jerry levantó la vista del dibujo y la clavó sobre la corbata del hombre. Porque él sabía que a los caballos no les gustaba que los mirasen directamente a los ojos y aquel hombre era tan alto como uno. Quién sabe, podría ser un centauro.
El tipo se distrajo siguiendo la dirección de la mirada del niño por si había algún desperfecto en su traje, pero como no encontró nada volvió a retomar el hilo de la conversación tras carraspear un poco.
— Hijo.
La cera que tenía Jerry en la mano se desvió de su trayectoria y ahora el pulpo que estaba dibujando tenía nueve patas en lugar de ocho. Apretó los labios.
— Tengo un nombre —y me lo puso mamá, por aquel ratón que salía en la tele — ¿por qué ya no me llamas por él?
El hombre volvió a guardar silencio, desconcertado y si Jerry lo hubiese estado mirando a la cara, habría advertido los cambios. Cogió la cera con un poco más de fuerza y el color se volvió más intenso. El pulpo empezaba a tener cerca de dieciséis brazos y había decidido llamarlo Federico. Por aquella canción que cantaba su madre a veces.
Don Federico perdió su cartera,
para casarse con una costurera,
—Jerry, no empieces, por favor.
la costurera perdió su dedal,
para casarse con un general.
— Que no empiece a qué.
El general perdió su espada,
para casarse con una bella dama,
— Eso, esto, lo que haces siempre. Intenta escucharme al menos durante dos minutos ¿vale? Me tengo que ir y no tengo tiempo para tonterías.
la bella dama perdió su abanico,
para casarse con Don Federico.
— Nunca tienes tiempo.
Don Federico perdió su ojo,
para casarse con un piojo,
—Hij... Jerry.
el piojo perdió su pata,
para casarse con una garrapata,
— ¿Sí?
la garrapata perdió su cola,
para casarse con una pepsi-cola,
— Para.
la pepsi-cola perdió sus burbujas ,
para casarse con una mala bruja.
— ¿Que pare qué?
La mala bruja perdió su gatito
para casarse con Don Federico,
— ¿No puedes de verdad dejar ese garabato unos instantes y hacer el favor de mirarme?
Don Federico le dijo que no,
y la mala bruja le echó una maldición
— No es un garabato. Es un dibujo.
al día siguiente le dijo que sí
y la mala bruja se echó a reír
— Ya está bien, deja de comportarte como si tuvieses...
— ¿Diez años? — le cortó, levantando la vista del dibujo y mirándole desafiante.
— Iba a decir tres.
— Claro.
— ¡Basta! —el puñetazo en la mesa hizo que el niño diese un pequeño respingo.
— ¡No, espera! ¡Devuélvemelo! ¡Es mío!—En un instante él le había quitado el dibujo de las manos y lo había roto por la mitad, tirándolo a la papelera. El sonido le puso la piel de gallina a Jerry, que se había quedado paralizado incapaz de creer lo que acababa de hacer. Entonces se levantó del sitio bruscamente con lágrimas en los ojos. — ¡...Mamá nunca habría hecho eso!
— Yo no soy tu madre.
— Lo sé —masculló, mirándole con rabia y reproche —ella nunca me hubiese abandonado como lo hiciste tú —las palabras se le quebraron en la garganta, irrumpidas por un sollozo.
Justo después echó a correr abatiendo la puerta con el hombro, ignorando los gritos de su padre que nunca salieron de su garganta, porque seguro que le daba igual que volviese o que no. Tampoco iba a ir a buscarle, por supuesto, o se perdería el vuelo a San Francisco.
Y luego sería él quien cogería arrepentido el teléfono al cabo de varios días para llamarlo y pedirle perdón.
Y su padre le diría que no pasa nada y colgaría porque tenía que trabajar. Y todo seguiría como siempre, cada uno por su cuenta haciendo vidas ajenas.
A Jerry le gustaría que a veces pensara en él antes que en todo lo demás. Que lo antepusiese a sus planes y a su importantísimo trabajo. Que se permitiese aplazar algo en su ajustada agenda para estar con él. Que fuese a verlo a sus partidos de baseball como los padres del resto de sus compañeros, o a comprarle un helado mientras pasean por el parque. Que un día le preguntase por las notas, que le regañase por no haber hecho los deberes y se preocupase porque no estuviese despierto hasta muy tarde.
O simplemente que se quedase allí una noche sabiendo que no se habría ido cuando despertase a la mañana siguiente.